El PORQUE del fondo... te interesa?

A partir del 2016, este blog pasó a formar parte de mi herramienta para mis escritos, lecturas e ideas.

Lo que el sitio te intenta decir, entre líneas y líneas, es que todas estas muertes están producidas solamente por los negocios, por el dinero, por la riqueza propia, por el egoísmo. Las personas somos egoistas, entre nosotras y para nosotras; y este egoismo esta perjudicando a todo un planeta.
Es hora de que comencemos a entender, que con esa actitud, con mas campañas, leyes y propuestas, mucho no se va a cambiar. Tenemos que empezar a ver con una cabeza positiva, y para eso tenemos que dejar de ensuciar nuestras manos con sangre de otros.
Espero que ahora si, puedan entender el fondo: atrás de todo, esta el dinero.

jueves, 5 de enero de 2012

carceles de animales

"NO SON HOMBRES MEDIOCRES, sino grandes y sabios, Pitágoras y Empédocles, los que declaran que es una misma la naturaleza de todos los seres animados, y reclaman que se amenace con penas implacables a los que hagan daño a un animal, pues es un crimen dañar a un bruto" (Cicerón, "De republica", libro III, 19).
"Todas las personas que entren en este parque lo hacen bajo su propio riesgo", reza la letra pequeña de las entradas del Zoológico de Almendralejo (Badajoz). La advertencia debe entenderse más allá de las cuestiones de seguridad: este zoo es un lugar infecto que huele a orines rancios y a fruta podrida en el que los animales son sometidos a una lenta y cruel agoní­a. No cumple ninguna función pedagógica, no tiene inquietudes como centro de reproducción de especies en peligro de extinción, ni tan siquiera se puede considerar un banco genético de fauna amenazada. Es un arca de Noé en descomposición.
En la instalación donde anuncian un ratonero se encuentra postrado un aguilucho lagunero malherido. Muy cerca, un cuidador mezcla el pienso que han de comer los jabalí­es con agua que coge de la charca estancada donde se bañan los mismos animales. Mientras, cuatro osos pardos se amontonan en un habitáculo de apenas 15 metros cuadrados. La jaula de los chimpancés, con barrotes carcomidos y cristales manchados con excrementos, es un atentado contra la inteligencia y la sensibilidad de los grandes monos y de sus parientes humanos.
La Declaración Universal de los Derechos del Animal, redactada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal en 1978 y aprobada por la UNESCO y la ONU, nos recuerda en su artí­culo número cuatro que "todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libremente en su propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático, y a reproducirse. Toda privación de libertad, incluso aquélla que tenga fines educativos, es contraria a este derecho".
DERECHOS ANIMALES
El Zoológico de Almendralejo es un gigantesco campo de concentración donde los seres vivos esperan la llegada de la muerte en oxidadas prisiones. En el muro exterior, donde se lee: "El zoológico de Extremadura", deberí­a poner: "La vergüenza de Extremadura".
Al abandonar este infierno es inevitable preguntarse si los zoológicos tienen algún sentido en la sociedad del siglo XXI. Cuando en 1770 Carlos III ordenó construir en Madrid la Casa de Fieras sus intenciones eran muy claras: exponer bestias de diferentes especies, enviadas generalmente de América por los virreyes españoles, para el asombro y divertimento de las gentes de la capital. Han pasado más de dos siglos y el concepto de zoológico, aseguran los grupos ecologistas, no ha cambiado demasiado. Sólo unos pocos son algo más que simples negocios (parques de atracciones con animales) y dedican esfuerzos al estudio y la conservación.
George B. Schaller, el biólogo de campo más importante del mundo, piensa que "los zoos no tienen actualmente ninguna validez ni propósito, excepto el de ayudar a proteger especies animales amenazadas y concienciar a la población sobre los problemas de su vida en libertad. Los zoos tendrí­an que tirar más a menudo sus propios muros y realizar un mayor esfuerzo en intentar salvar a los animales en libertad".
¿EDUCAR?
Educar, investigar y conservar. De los más de 30 zoológicos, acuarios y safaris asentados en suelo español muy pocos cumplen esta triple función. Y el número de zoos crece constantemente: los permisos para su creación los conceden las comunidades autónomas.
Los conceptos de educación son muy diferentes en cada zoo o reserva. En La Cañada de los Pájaros, un lugar muy especial a poco más de 30 kilómetros de Sevilla, un monitor enseña pacientemente a un grupo de chicos de un colegio de Huelva todo sobre la avifauna española. El Zoo de Santillana del Mar también apuesta por la enseñanza, y en sus apretadas instalaciones son constantes las explicaciones sobre las diminutas crí­as de los tamarinos algodonosos o la reproducción de los inquilinos del insectario. Los chavales escuchan, preguntan y aprenden.
Los niños que visitan el Zoo de Carmona no parecen tan receptivos. Rodean a su profesora junto a la jaula del papión de Guinea y le cantan: "Señorita, ¿sabe una cosa?/ ¡Que usted también tiene el culo rosa!". Mientras, el guí­a de un grupo salta al foso de los puerco espines y aparta a los adultos a patadas para que los niños puedan ver a la crí­a. Cuando llega el momento de enseñarles las púas pisa a uno en el lomo y le arranca dos pinchos que enseña como un trofeo.
"¡Dámelas!", grita un mocoso de apenas seis años. "No, que estás todo el rato jodiendo a los demás", le responde un profesor.
En el Zoo de Barcelona, otro centro que presume de estar a la cabeza mundial en este tipo de instalaciones, tampoco se puede hablar de una buena imagen pedagógica. La sección dedicada a los primates es un manicomio: con los flashes de sus cámaras de fotos y los continuos golpes en los cristales, los niños, alumnos de un colegio zaragozano, han vuelto locos a los mangabeys de mejillas grises, que se lanzan contra los visitantes desde las zonas superiores de sus jaulas. Chillan los monos, aúllan los niños y los profesores sonrí­en ante lo que debe parecerles un divertido desbarajuste. Por los alrededores no se ve ningún monitor que pueda aportar información a los embrutecidos chavales.
La incompetencia de algunos profesores, unida a la falta de seguridad en las instalaciones, convierte a algunos zoos en lugares potencialmente peligrosos. Un cartel del Zoo de Córdoba lo dice claramente: "Peligro. No dejar de la mano a los niños. Puede ocurrir una desgracia". Ajenos a la advertencia, los chavales de un colegio jiennense corretean a sus anchas por el parque: unos han saltado la valla de los hipopótamos y tiran golosinas, y sus correspondientes bolsas de plástico, en las abiertas bocotas de los colosales caballos de rí­o. Otros pinchan con palos a los monos y les dan botellas vací­as. Los dos más atrevidos se meten en el estaque que rodea la jaula de los osos y les roban los huevos a los patos. Los profesores sestean a la sombra de los árboles que rodean el bar.
SEGURIDAD
Los animales no son juguetes. "Una ética a la altura de nuestro tiempo no puede olvidar nuestra responsabilidad con el resto de la biosfera y en especial con nuestros compañeros de penas y gozos sobre este planeta, los animales, sobre todo los más próximos a nosotros y con una vida psí­quica más rica, los mamí­feros", afirma Jesús Mosterí­n, uno de los filósofos españoles de mayor prestigio internacional.
Para liberarse de su responsabilidad sobre los animales salvajes, los zoológicos han adoptado tres sistemas de adquisición de animales: cambian los excedentes, compran a intermediarios o crí­an en cautividad. Teóricamente no capturan animales libres.
Reinhold Messner, el alpinista más importante de todos los tiempos y uno de los mayores defensores de la naturaleza asiática, piensa que "la diferencia radical entre los parques zoológicos y la naturaleza silvestre es que, si bien muchos animales pueden vivir tanto en un recinto cerrado como en la selva, en los zoológicos dejan de ser salvajes para convertirse en domésticos. Y sólo los animales salvajes hacen de cada rincón del planeta aquel espacio de peligro que no pertenece a los humanos".
Autor: Javier Pérez de Albéniz.

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